jueves, 23 de septiembre de 2010

Thomas Disch.

por Ricardo Piglia

Thomas Disch sintetiza una tendencia de la actual narrativa norteamericana que trabaja en los bordes de la ciencia ficción, combina delirios filosóficos con pesadillas políticas y especula con los mundos posibles. Un imaginario exasperado y fuera del tiempo que elabora sus materiales a partir de los restos de la alta cultura y el cadáver de sus héroes (Nietzsche, Pound, Gödel), entreverados con el brillo agónico de las series de TV, las revistas de divulgación científica y los comics, el kitsch tecnocrático, la música rock, el paisaje de la publicidad y la luz de los moteles perdidos en la carretera. El primero que define esa tendencia es William Burroughs que en Naked Lunch (1959) y Nova Express (1964) delimita las formas de ese nuevo género, espejo paranoico de la cultura norteamericana. Construcciones alucinadas donde se combinan las fórmulas y los estereotipos de la category fiction (en primer lugar la ciencia ficción, pero también el western, la novela pornográfica, el triller) con las técnicas experimentales y la escritura discontinua de la vanguardia. Se abre allí un camino de renovación en el que entran todos los estilos y todas las jergas de una lengua trabajada por la droga, la psicosis y la guerra; un camino que rechaza frontalmente la oposición entre las tradiciones de la alta cultura y los productos de la cultura de masas. Las novelas de Thomas Pynchon, las obras maestras que Philip Dick fue dejando en la arena de su prolífica producción (El hombre en el castillo, Los tres estigmas de Palmer Eldrich, Ubik) el Heller de Catch 22, Giles Goat-Boy de John Barth, La intersección de Einstein de Delany, relatos de Kurt Vonnegut, de Walter Percy, el mismo Mailer, son algunos ejemplos de una producción que excede los registros convencionales y cruza los géneros. Disch se instala en una frontera incierta entre la ficción especulativa, sofisticación e hiperintelectual y el Plot de la literatura de masas. Novelas como Campo de concentración o 334, relatos como "Costa asiática" o "Casablanca" se mueven en el espíritu de la ciencia ficción pero no conservan ninguno de los rasgos externos del género. Disch parece mantener con la ciencia ficción la misma relación que Chandler tenía con la novela policial: le interesan las posibilidades narrativas de esa forma pero no sus resultados. Disch practica, por otro lado, un tipo de estrategia literaria muy común en los escritores norteamericanos de las últimas generaciones. Sus elaboradísimos libros de poesía se alternan con las novelas comerciales escritas son seudónimo (y a veces en colaboración), y su exigente escritura de ficción se combina con los guiones de TV que escribió para la inolvidable serie El prisionero que protagonizara Patrick McGoohan.

Extraído de Escalera al cielo. Utopía y ciencia ficción.(1994)

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